
Como ya hemos comentado, para batir la inflación —ese lento pero constante deterioro del valor del dinero— es necesario transformar nuestros ahorros en bienes que generen valor, es decir, en activos que se muevan y produzcan riqueza. Pero todo movimiento conlleva riesgo. Permanecer inmóviles, encerrados en una habitación rodeados de sacos terreros, puede parecer la opción más segura: probablemente nada nos ocurra —salvo un cataclismo—, pero al precio de ver cómo cuerpo y mente se atrofian con el tiempo. Con el dinero sucede algo parecido: mantenerlo quieto puede dar una falsa sensación de seguridad, pero a la larga supone una pérdida segura. Para crecer, hay que asumir riesgos razonables.
Reducir al máximo el riesgo es un objetivo esencial en cualquier inversión, y una de las formas más eficaces de lograrlo es el tiempo. En la inversión en bolsa, el tiempo juega a nuestro favor: cuanto más largo sea el horizonte temporal, menor será el riesgo y mayores las probabilidades de batir la inflación y aprovechar el efecto del interés compuesto.
Como ya hemos comentado, para batir la inflación —ese lento pero constante deterioro del valor del dinero— es necesario transformar nuestros ahorros en bienes que generen valor, es decir, en activos que se muevan y produzcan riqueza. Pero todo movimiento conlleva riesgo. Permanecer inmóviles, encerrados en una habitación rodeados de sacos terreros, puede parecer la opción más segura: probablemente nada nos ocurra —salvo un cataclismo—, pero al precio de ver cómo cuerpo y mente se atrofian con el tiempo. Con el dinero sucede algo parecido: mantenerlo quieto puede dar una falsa sensación de seguridad, pero a la larga supone una pérdida segura. Para crecer, hay que asumir riesgos razonables.
Reducir al máximo el riesgo es un objetivo esencial en cualquier inversión, y una de las formas más eficaces de lograrlo es el tiempo. En la inversión en bolsa, el tiempo juega a nuestro favor: cuanto más largo sea el horizonte temporal, menor será el riesgo y mayores las probabilidades de batir la inflación y aprovechar el efecto del interés compuesto.
Tomemos un ejemplo sencillo: una inversión bien diversificada con una rentabilidad media del 6 % anual duplicará su valor en unos 12 años. En 24 años, se habrá multiplicado por cuatro. A corto plazo, los mercados son volátiles, incluso impredecibles. Pero a largo plazo, la historia demuestra que los riesgos se suavizan y los beneficios se acumulan.
El tiempo actúa como un amortiguador natural: permite superar crisis, reinvertir dividendos y beneficiarse de la tendencia general de crecimiento económico. Invertir con horizonte amplio no elimina el riesgo, pero lo transforma en oportunidad. Esa es la clave.
Todo lo que hace fluctuar al mercado en el corto plazo pasará y será historia. El COVID pasó. La crisis de Lehman Brothers pasó. La burbuja de las punto com pasó. Las sorpresas políticas, como las de Donald Trump, pasarán también: Trump será historia, como lo fueron tantos otros. Lo que hoy parece decisivo y urgente, dentro de veinte años será una nota a pie de página en los gráficos bursátiles. El inversor que mantiene la perspectiva y el horizonte gana en serenidad, y con el tiempo, también en rentabilidad.
