Pedro

En esta sección encontrará explicaciones claras sobre algunos de los términos más habituales en el mundo de la inversión bursátil. Son conceptos que aparecen con frecuencia en cuanto uno empieza a leer sobre finanzas e inversión, y conviene comprenderlos bien desde el principio. No se incluyen aquí aquellos términos que ya tienen su propia sección específica en esta web, como «dividendos», «burbujas» u otros conceptos tratados en profundidad en páginas independientes.

La terminología financiera es prácticamente inabarcable, por lo que esta sección no pretende ser un glosario exhaustivo, sino una guía práctica con las expresiones más comunes que suelen encontrarse en artículos, análisis o noticias sobre inversión. Está pensada para ayudar a quienes se inician o desean afianzar sus conocimientos básicos. Con el tiempo, se irán incorporando nuevos términos a medida que detectemos conceptos útiles o recurrentes.

Los «blue chips» y los «chicharros»

En terminología bursátil, un «blue chip» es una gran empresa con alta capitalización y estabilidad, que suele repartir dividendos de forma regular. Es el tipo de compañía en la que, por lo general, invierte un ahorrador a largo plazo que busca seguridad y rendimiento sostenido.

Por contraposición, se llama «chicharro» a aquellas empresas de baja capitalización, a menudo con estructuras más precarias, mayor volatilidad y menor transparencia. Muchos «blue chips» comenzaron siendo «chicharros» y, con el tiempo, crecieron, se consolidaron y alcanzaron esa condición de gran empresa estable.

La frontera entre un «chicharro» y un «blue chip» no está claramente definida. La mayoría de las veces, ambos extremos son fácilmente identificables, pero también existen compañías en proceso de transformación, que no pueden clasificarse de forma rotunda en uno u otro grupo.

fastuoso rascacielos de marmol, acero y cristal en cuya entrada se lee «Blue chip»
Blue chip. Imagen creada con Flux.

Estar largo y estar corto, los toros y los osos

Cuando usted compra acciones en bolsa, se dice que usted está «largo» en esa empresa o acción.

En el mercado, «ponerse corto» en una acción significa vender acciones que uno no posee. Puede parecer extraño que alguien pueda vender algo que no tiene, pero existe una forma legal de hacerlo: algunos accionistas, a través de su bróker, prestan —o más exactamente, alquilan— sus acciones a otros inversores. Estos últimos toman prestadas esas acciones —pagando una comisión por el préstamo— y las venden inmediatamente en el mercado.

Esta operación la realizan quienes creen que el precio de la acción va a bajar. Si aciertan en su previsión y la acción efectivamente baja, pueden recomprarla más adelante a un precio inferior y devolverla al bróker, cerrando así la operación con una ganancia. La persona que prestó las acciones recibe una pequeña rentabilidad por ello, y quien tomó las acciones prestadas espera beneficiarse de la caída del precio.

Los inversores que se posicionan así se dice que se han «puesto cortos». Por tanto, «ponerse corto» significa vender acciones prestadas con la intención de recomprarlas más adelante a un precio más bajo.

A usted, como inversor a largo plazo, no le interesa ponerse corto en ninguna acción. La inversión a largo plazo consiste en algo muy distinto, como ya hemos explicado en esta web. Además, ponerse corto es más caro que invertir al alza —porque hay que alquilar las acciones que se van a vender—, y mucho más arriesgado, por la siguiente razón:

Si usted compra una acción a 50 euros, lo peor que puede pasar es que pierda esos 50 euros en caso de que la empresa quiebre —y eso es muy improbable si selecciona bien sus inversiones—. En cambio, si se pone corto y, por la razón que sea, la acción sube con fuerza, por ejemplo hasta los 200 euros, usted tendrá que recomprar esas acciones a ese nuevo precio. En ese caso, habría perdido 150 euros por cada acción en la que se ha puesto corto, sin contar las comisiones ni el coste del alquiler.

En la práctica, para abrir una posición corta el bróker le exigirá mantener una garantía: supongamos que le requiere 50 euros por cada acción alquilada y vendida. Si la acción sube hasta cerca de los 100 euros, usted estaría a punto de agotar esa garantía, y el bróker le pedirá que aporte más fondos o que cierre la posición. Si no lo hace, el propio bróker comprará las acciones por usted, restará las pérdidas y gastos, y le devolverá lo que sobre. Todo está diseñado para que el bróker no pierda dinero.

Por tanto, las pérdidas al ponerse corto pueden ser, en teoría, ilimitadas. Pero a usted eso no debería preocuparle: después de leer esta web, lo más probable es que decida que, para vivir tranquilo, lo sensato es olvidarse de estas estrategias arriesgadas y centrarse en la inversión a largo plazo en acciones de grandes empresas consolidadas —las llamadas «blue chips»—.

Los inversores que piensan que las acciones van a subir «se ponen largos» en bolsa, es decir, compran acciones. Estos inversores se llaman «toros» en la jerga bursátil. Por el contrario, los inversores que piensan que las acciones van a bajar «se ponen cortos», es decir, toman prestadas acciones y las venden. Estos inversores se llaman «osos» en la jerga bursátil. En realidad es posible ser toro y oso a la vez, es perfectamente posible comprar acciones de una empresa que creemos que va a subir y corto en acciones de una empresa que va a bajar.

Un oso y un toro luchando en medio de una calle en una gran ciudad
Los osos y los toros. Imagen creada con Flux.

Los «stop loss»

Un «stop loss» es una orden que se introduce en el mercado para limitar pérdidas si el precio de una acción se mueve en contra de nuestra inversión. Si hemos comprado acciones, será una orden de venta; si hemos vendido en corto, será una orden de compra. Por ejemplo, si compramos acciones a 100 euros pero no queremos perder más de 10 euros por acción, podemos establecer un «stop loss» a 90 euros. Si el precio alcanza ese nivel, la orden se ejecuta y las acciones se venden automáticamente, limitando así la pérdida a 10 euros por acción.

Este tipo de operativa es propia de quienes operan a corto plazo, comprando y vendiendo en cuestión de días. Usted debe conocer su funcionamiento, pero en el contexto de la inversión a largo plazo, no tiene sentido utilizarla. El mercado es volátil —eso ya lo sabemos— y, poco después de comprar, puede que nuestras acciones valgan más o menos que el precio pagado. A nadie le gusta ver que sus acciones han caído un 20 %, pero forma parte del camino. Sabemos que, a largo plazo, la inflación y el avance tecnológico impulsarán el valor de los activos, y que el tiempo jugará a nuestro favor.

De hecho, hay quien ve en esas bajadas una oportunidad: muchos inversores aprovechan las caídas para comprar más acciones, por ejemplo reinvirtiendo los dividendos en momentos de retroceso del precio.

un hombre se prepara para cruzar un abismo entre montañas protegido por una red bajo él en la que pone «Stop loss».
Un «stop loss». Imagen creada con Flux.

Los cisnes negros

En el mundo de las finanzas, se llama «cisne negro» a un suceso completamente inesperado que tiene un gran impacto y que, una vez ocurrido, mucha gente intenta explicar como si hubiera sido previsible. Este concepto fue popularizado por el ensayista Nassim Nicholas Taleb en su libro The Black Swan, donde argumenta que gran parte de los acontecimientos realmente importantes —tanto en la historia como en los mercados— no se pueden anticipar con modelos convencionales.

Se les llama «cisnes negros» porque durante siglos se creyó en Europa que todos los cisnes eran blancos. No se conocía otra posibilidad, hasta que en el siglo XVII se descubrieron cisnes negros en Australia. El hallazgo demostró que algo que parecía completamente imposible podía, en realidad, ocurrir. De ahí la metáfora: los cisnes negros financieros son acontecimientos que parecen imposibles hasta que suceden.

Ejemplos de cisnes negros en los mercados financieros podrían ser el colapso de Lehman Brothers en 2008, los atentados del 11 de septiembre de 2001 o incluso la pandemia de COVID-19 en sus primeras fases. Estos sucesos cogieron a todos por sorpresa, alteraron profundamente el curso de los acontecimientos y sólo después se intentó racionalizar su aparición. Por definición, no se pueden predecir, pero un inversor prudente debe tenerlos en cuenta como posibilidad remota pero devastadora.

Una imagen bucólica de un lago con cisnes blancos salvo uno que es negro
Los cisnes negros. Imagen creada con Flux.

El rebote del gato muerto

En los mercados financieros, se conoce como «rebote del gato muerto» (en inglés, dead cat bounce) a un repunte temporal del precio de una acción o índice bursátil que ha estado cayendo de forma pronunciada. Se trata de un rebote engañoso que puede dar la falsa impresión de que la tendencia bajista ha terminado, cuando en realidad el mercado sigue débil y continuará su caída poco después. La metáfora, bastante gráfica, proviene de la idea de que incluso un gato muerto rebotaría si cayera desde suficiente altura —es decir, hasta los movimientos más negativos pueden mostrar breves recuperaciones antes de seguir cayendo.

Este tipo de rebotes son frecuentes tras caídas fuertes, cuando algunos inversores compran con la esperanza de haber encontrado el «suelo» del precio o cuando se activan órdenes automáticas de compra. Sin embargo, si no hay un cambio real en los fundamentos de la empresa o en las condiciones del mercado, el precio tiende a volver a caer, a veces incluso con más fuerza. Por eso, es importante ser cauteloso ante repuntes súbitos durante una fase bajista prolongada: podrían no ser más que un «rebote del gato muerto».

Warren Buffet

Si usted comienza a leer sobre finanzas, es casi seguro que pronto encontrará menciones a Warren Buffett. Conocido mundialmente como «el Oráculo de Omaha», es una de las figuras más admiradas y respetadas en la historia de la inversión.

Buffett comenzó su andadura en 1962 con tan solo 100 dólares. Desde entonces, ha convertido esa modesta cantidad en una de las mayores fortunas jamás registradas: su patrimonio neto supera hoy los 133.000 millones de dólares. A lo largo de más de seis décadas, no solo ha acumulado riqueza, sino que ha motivado a generaciones de inversores con su filosofía basada en el sentido común, la paciencia y el valor intrínseco de las empresas.

Al frente de su holding Berkshire Hathaway, ha transformado una pequeña empresa textil en un coloso multinacional con participaciones clave en sectores como seguros, energía, transporte, alimentación y tecnología. A través de esta compañía, ha realizado algunas de las inversiones más emblemáticas y rentables de la historia financiera moderna. Su enfoque en empresas con ventajas competitivas duraderas, equipos directivos sólidos y precios razonables le ha permitido construir una cartera extraordinariamente exitosa. Entre sus apuestas más brillantes se encuentran gigantes como Apple, Coca-Cola y American Express, así como adquisiciones estratégicas como Geico o BNSF Railway.

Recientemente, Buffett ha anunciado su retirada, marcando el fin de una era memorable en el mundo financiero. Su legado perdurará como ejemplo de integridad, visión estratégica y una extraordinaria capacidad para anticiparse a los ciclos económicos. Warren Buffett no solo ha sido un inversor exitoso: ha sido un verdadero maestro de la inversión a largo plazo.

A continuación, se resumen sus inversiones más destacadas, con los sectores implicados, el año de entrada y las razones de su éxito.

Empresa Sector Año de Entrada Motivo del Éxito
Apple Tecnología / Consumo 2016 Rentabilidad excepcional, recompras masivas, ecosistema robusto
Coca-Cola Consumo básico 1988–89 Marca global, ingresos estables, dividendos crecientes
American Express Finanzas / Servicios 1994 Modelo de negocio sólido, marca fuerte, fidelidad del cliente
Geico Seguros 1996 (total) Negocio directo, márgenes sostenibles, previsibilidad
Moody’s Información financiera 2000 Cuasi monopolio, márgenes muy altos, rentabilidad sostenida
Bank of America Banca 2011 Condiciones preferentes, recuperación tras crisis, dividendos
The Washington Post Medios 1973 Valor extremo, gran franquicia comprada muy barata
BNSF Railway Infraestructura / Transporte 2010 (adquisición total) Ingresos estables, flujo constante, beneficios fiscales
imagen de un oráculo en la antigua Grecia
El oráculo. Imagen creada con Flux.

El mercado Forex

El mercado Forex (abreviatura de Foreign Exchange) es el mayor mercado financiero del mundo, donde se negocian divisas las 24 horas del día, cinco días a la semana. En él se intercambian pares de monedas —como el euro/dólar o yen/libra— en función de sus cotizaciones relativas. Este mercado es utilizado tanto por bancos centrales y grandes instituciones como por especuladores que buscan obtener beneficios a corto plazo mediante variaciones en los tipos de cambio.

El pequeño inversor suele acceder al mercado Forex a través de plataformas en línea que permiten operar con apalancamiento, es decir, utilizando más dinero del que realmente se posee. Esto puede multiplicar los beneficios, pero también amplifica las pérdidas, lo que convierte al Forex en un mercado de alto riesgo para quienes no tienen experiencia. Muchas veces, los movimientos son rápidos y difíciles de predecir, y el uso excesivo de apalancamiento puede llevar a perder toda la inversión en muy poco tiempo. Por ello, se considera un mercado especulativo y poco adecuado para inversores sin conocimientos avanzados y una gestión rigurosa del riesgo.

Si usted busca protegerse de la inflación a largo plazo, el mercado Forex es sin duda una mala opción: requiere una enorme dedicación de tiempo y conlleva un riesgo extremo.

Los valores defensivos y los valores refugio

Los valores defensivos son acciones de empresas que ofrecen bienes o servicios esenciales y cuya demanda se mantiene estable en todas las fases del ciclo económico. Esto incluye sectores como alimentación, salud y servicios públicos. Compañías como Danone, Sanofi o grandes eléctricas suelen clasificarse en este grupo. Estos valores se incorporan estructuralmente a una cartera para ofrecer estabilidad y baja volatilidad, tanto en tiempos de bonanza como de recesión. En resumen, los valores defensivos proporcionan estabilidad constante a la cartera.

Los valores refugio son activos que los inversores buscan en momentos de crisis o alta incertidumbre —como caídas bursátiles o tensiones geopolíticas— porque tienden a mantener o incluso aumentar su valor. Entre los más conocidos se encuentran el oro, el franco suizo o los bonos del Tesoro de EE.UU. (estos últimos al menos hasta la segunda presidencia de Trump). También algunas acciones excepcionales, como las de Berkshire Hathaway o Nestlé, pueden actuar como refugio debido a su solidez y reputación. Su principal función es proteger el capital cuando todo lo demás cae.

figura humana cuya piel está completamente recubierta por billetes caminando por una calle rodeada de guardaespaldas
Valores defensivos. Imagen creada con Flux.

Los hedge fund

Los «hedge funds», o fondos de cobertura, son vehículos de inversión gestionados de forma activa que utilizan una amplia variedad de estrategias —incluyendo apalancamiento, derivados, posiciones cortas y arbitraje— con el objetivo de obtener rentabilidad absoluta, independientemente de la dirección del mercado. A diferencia de los fondos tradicionales, suelen estar dirigidos a inversores institucionales o particulares con alto patrimonio, ya que implican un mayor nivel de riesgo y menor regulación. Aunque pueden ofrecer rendimientos elevados, también pueden generar pérdidas significativas si no se gestionan con cuidado.

Los fondos de cobertura recibieron ese nombre porque su estrategia original consistía en «cubrirse» del riesgo. Esto significa que, además de invertir en activos con potencial de crecimiento, tomaban posiciones opuestas —por ejemplo, vendiendo en corto otras acciones o utilizando derivados— con el fin de compensar posibles pérdidas. El objetivo era reducir la exposición al mercado general y obtener rentabilidad incluso cuando los índices bursátiles caían.

Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos fondos de cobertura han abandonado esa función protectora. Hoy en día, el término se ha ampliado para incluir fondos que emplean estrategias muy diversas, muchas de ellas altamente especulativas y con niveles de apalancamiento importantes. Aunque algunos siguen aplicando coberturas, en la práctica actual muchos fondos de cobertura ya no «cubren» en el sentido clásico, sino que persiguen rentabilidades absolutas asumiendo riesgos considerables.

La renta fija

La «renta fija» es una categoría de inversión que incluye instrumentos de deuda emitidos por gobiernos, empresas u otras entidades, mediante los cuales se comprometen a devolver una cantidad prestada en una fecha determinada, junto con intereses periódicos. El instrumento más representativo de la renta fija es el «bono».

Un bono es un instrumento de deuda mediante el cual un inversor presta dinero a un emisor —que puede ser un Estado, una empresa u otra entidad— a cambio del compromiso de devolver el capital en una fecha futura (llamada «fecha de vencimiento») y de pagar intereses periódicos durante la vida del bono. Estos pagos de intereses se llaman cupones y son la rentabilidad fija que el emisor ofrece al inversor.

Los cupones pueden pagarse con diferentes frecuencias, dependiendo de las condiciones del bono. Lo más habitual es que se paguen anualmente o semestralmente, aunque también existen bonos con cupones trimestrales o incluso mensuales. Por ejemplo, un bono con un valor nominal de 1.000 euros y un cupón anual del 4 % pagará 40 euros al año, ya sea en un solo pago anual o dividido en dos pagos de 20 euros cada seis meses, según lo estipulado en la emisión.

Al vencimiento del bono, el emisor devuelve al inversor el valor nominal o principal. A lo largo de la vida del bono, este puede comprarse y venderse en el mercado secundario, lo que hace que su precio fluctúe según los tipos de interés y las condiciones del mercado. Sin embargo, si se mantiene hasta el vencimiento, el inversor recibe el total acordado inicialmente, salvo que el emisor incurra en impago.

Aunque se considera una inversión más estable que la renta variable, el precio de los bonos puede variar significativamente en el mercado secundario. Esto ocurre, sobre todo, cuando cambian los tipos de interés: si los tipos suben, los bonos ya emitidos con cupones más bajos se vuelven menos atractivos, y su precio cae. Por el contrario, si los tipos bajan, los bonos antiguos con intereses más altos ganan valor. Así, existe una relación inversa entre los tipos de interés y el precio de los bonos.

Dentro de la renta fija, se distingue entre la deuda pública (emitida por Estados o administraciones públicas, como los bonos del Tesoro) y la deuda corporativa (emitida por empresas para financiar sus operaciones). La deuda pública suele considerarse más segura, especialmente la de países con economías sólidas, mientras que la deuda de empresas implica un mayor riesgo, aunque puede ofrecer una rentabilidad más elevada. En ambos casos, el inversor asume el riesgo de que el emisor no pueda devolver el dinero prestado, aunque ese riesgo varía mucho según el tipo de emisor y su calificación crediticia.

Las «letras del Tesoro» son instrumentos de deuda emitidos por el Estado a corto plazo, generalmente con vencimientos de 3, 6, 9 o 12 meses. A diferencia de los bonos, las letras no pagan intereses periódicos (cupones). En lugar de ello, se emiten con un «descuento sobre su valor nominal», y al vencimiento el Estado paga el valor total. La ganancia para el inversor es la diferencia entre el precio de compra y el valor nominal recibido al final del plazo.

La principal diferencia entre letras del Tesoro y bonos radica en la duración y en el modo en que se genera la rentabilidad. Las letras son a corto plazo y se adquieren con descuento, mientras que los bonos son a medio o largo plazo (generalmente entre 2 y 30 años) y suelen pagar intereses periódicos llamados cupones. Ambas formas de deuda se consideran inversiones conservadoras, aunque las letras implican un menor riesgo de tipo de interés debido a su corta duración.

En los últimos meses se han visto largas colas de ciudadanos en el Banco de España para comprar letras del Tesoro. Aunque sorprenda en plena era digital, no se debe a la falta de alternativas digital. De hecho, es perfectamente posible adquirir letras del Tesoro de forma gratuita a través de la web oficial del Tesoro Público, mediante el sistema de cuenta directa, sin comisiones y sin necesidad de intermediarios. Esta opción ofrece las mismas condiciones que la compra presencial en el Banco de España.

Entonces, ¿por qué tanta gente sigue acudiendo en persona? Principalmente por evitar el uso de medios digitales. Muchos ciudadanos —especialmente personas mayores o poco familiarizadas con la tecnología— prefieren el trato directo, el asesoramiento presencial y la seguridad de gestionar el proceso en papel. No se trata de ahorrar dinero, ya que el coste es el mismo por internet, sino de una percepción de confianza y comodidad que sigue llevando a muchos a hacer cola, a pesar del tiempo que implique.

Las recompras de acciones

La recompra de acciones es una operación mediante la cual una empresa compra sus propias acciones en el mercado. En lugar de emitir nuevas acciones para financiarse, lo que hace es lo contrario: utiliza parte de su liquidez para reducir el número de acciones en circulación. Una vez compradas, esas acciones pueden mantenerse en la llamada «autocartera» o bien ser amortizadas, es decir, eliminadas definitivamente del capital social. En este último caso, es como si se destruyeran: dejan de existir legalmente y ya no representan participación alguna en la empresa.

Las empresas recurren a este tipo de operación por varias razones. Una de las más comunes es que consideran que su acción está infravalorada y quieren enviar al mercado una señal de confianza. También puede ser una alternativa al dividendo: si la empresa no tiene oportunidades atractivas de inversión, prefiere devolver valor a sus accionistas recomprando acciones. Además, la recompra puede mejorar ciertos ratios financieros, como el beneficio por acción (BPA), ya que el mismo beneficio se reparte entre menos acciones.

Para el accionista, la recompra suele ser una buena noticia. Al haber menos acciones en circulación, su participación relativa en la empresa aumenta. Esto puede reflejarse en una subida del precio de la acción y, en muchos casos, representa una forma eficiente de retorno de valor, ya que no implica el pago directo de dividendos ni conlleva una carga fiscal inmediata. En resumen, cuando una empresa recompra y amortiza acciones, está elevando el valor proporcional de cada acción restante, beneficiando así a sus accionistas.

El apalancamiento

En finanzas, el apalancamiento consiste en utilizar deuda (dinero prestado) para financiar una inversión con el objetivo de aumentar la rentabilidad obtenida. En lugar de invertir únicamente capital propio, el inversor o la empresa recurre a financiación externa para ampliar su capacidad de inversión. Esto puede multiplicar las ganancias si la inversión resulta exitosa, pero también aumenta el riesgo: si el rendimiento no cubre los costes de la deuda, las pérdidas se amplifican.

Por ejemplo, imagine que una empresa tiene 1 millón de euros propios y pide prestado otro millón para comprar una fábrica por 2 millones. Si esa fábrica genera 300.000 euros de beneficio anual, y los intereses del préstamo son de 50.000 euros, la empresa obtendrá 250.000 euros netos de beneficio. Como sólo aportó 1 millón propio, su rentabilidad sobre ese capital será del 25 %. Sin apalancamiento, habría ganado sólo un 15 %. Sin embargo, si el negocio va mal y los beneficios caen, puede no ser suficiente para cubrir los intereses de la deuda. Por eso, el apalancamiento es una herramienta potente pero debe usarse con prudencia.

También se habla de apalancamiento cuando un inversor compra acciones u otros activos a través de un bróker aportando sólo una parte del dinero, y el resto lo financia el propio bróker mediante un préstamo. Por ejemplo, si un accionista dispone de 1.000 euros y utiliza apalancamiento 2:1, podrá invertir 2.000 euros en acciones: 1.000 de su propio capital y 1.000 prestados. Si la inversión sube un 10 %, ganará 200 euros, es decir, un 20 % sobre su dinero. Pero si la acción baja un 10 %, perderá 200 euros, es decir, un 20 % de su capital. El apalancamiento amplifica tanto las ganancias como las pérdidas, por lo que debe usarse con mucha precaución.

El «pre market» y el «after hours»

A veces leemos frases como «las acciones de X caían con fuerza en el premarket» o «las acciones de X subieron en el after hours». A primera vista, puede parecer extraño que haya movimientos de precio fuera del horario de mercado, ya que es durante la sesión oficial cuando se negocian los valores y se fijan sus precios. Sin embargo, en la bolsa estadounidense existen tramos adicionales —el premarket y el after hours— en los que también se realizan operaciones. Este sistema es exclusivo del mercado norteamericano y no se aplica en las bolsas europeas, como las de España, Francia o Alemania, donde la negociación se concentra casi por completo en el horario regular.

El pre-market (mercado previo) es el periodo de negociación que tiene lugar antes de la apertura oficial, mientras que el after-hours (mercado posterior) se refiere al que ocurre tras el cierre de la sesión regular. En ambos casos, los precios pueden variar en función de noticias, resultados empresariales, datos económicos o movimientos de los futuros. Aunque el volumen negociado suele ser menor y la liquidez más limitada, estos tramos pueden ofrecer una idea del sentimiento del mercado, lo que explica la presencia frecuente de titulares que recogen estos movimientos, aunque no representen aún los precios «oficiales» del día.

Las operaciones en el pre-market y el after-hours no se ejecutan en los parqués principales (como el NYSE o el Nasdaq en su horario habitual), sino a través de redes electrónicas conocidas como ECN (Electronic Communication Networks). Estas plataformas permiten cruzar órdenes de compra y venta fuera del horario regular. Algunas de las más conocidas son Instinet, Archipelago (ARCA) o BATS, y todas están reguladas por las autoridades financieras correspondientes.

Aunque son sistemas legales y oficiales, no funcionan exactamente igual que los mercados organizados durante la sesión regular. La menor liquidez implica que hay menos participantes activos, lo que puede aumentar la volatilidad y provocar diferencias más amplias entre precios de compra y venta. Además, no todos los brokers permiten operar en estos tramos, y algunos aplican restricciones o comisiones adicionales.

En resumen, el pre-market y el after-hours son extensiones electrónicas del mercado que permiten negociar fuera del horario tradicional. Lo que ocurre en estas franjas puede anticipar la dirección del mercado al día siguiente, sobre todo tras la publicación de resultados o noticias relevantes. No obstante, conviene tener presentes sus limitaciones, ya que los precios registrados en estos tramos no siempre se confirman cuando comienza la sesión oficial.

La «beta»

La beta es una medida de riesgo utilizada en finanzas para estimar cómo se mueve una acción en relación con el mercado en general (normalmente representado por un índice como el S&P 500 o el EuroStoxx 50). En otras palabras, indica la volatilidad de una acción comparada con la del mercado: una herramienta clave para inversores que buscan comprender el comportamiento esperado de un activo frente a fluctuaciones generales del mercado.

Un valor de beta = 1 indica que la acción se mueve, en promedio, igual que el mercado: si el mercado sube un 2 %, se espera que la acción también suba un 2 %. Una beta mayor que 1 implica que la acción es más volátil: amplifica los movimientos del mercado (por ejemplo, si beta = 1,5, y el mercado sube un 2 %, la acción tiende a subir un 3 %). En cambio, una beta menor que 1 significa que la acción es menos volátil, es decir, se mueve menos que el mercado. Una beta negativa indica que la acción tiende a moverse en dirección opuesta al mercado, algo poco común.

La beta se calcula mediante un análisis estadístico de regresión, comparando los rendimientos históricos de la acción con los del índice de referencia. Para quienes entienden algo de matemáticas, la beta es la covarianza entre el rendimiento de la acción y el del mercado, dividida entre la varianza del rendimiento del mercado.

Las «ampliaciones de capital»

El término «ampliación de capital» puede sonar muy atractivo. ¿A quién no le gustaría, en principio, ampliar capital? Sin embargo, en el contexto de los mercados financieros, tiene un significado muy específico que conviene entender bien.

Una ampliación de capital es una operación mediante la cual una empresa emite nuevas acciones para obtener financiación adicional. Esto puede hacerse por diversas razones: financiar proyectos de crecimiento, reducir deuda, reforzar el balance o afrontar pérdidas. Al aumentar el número total de títulos en circulación, el valor de las acciones existentes puede diluirse si los accionistas actuales no participan en la ampliación.

Desde el punto de vista del inversor, acudir o no a una ampliación de capital es una decisión relevante. Los accionistas existentes suelen recibir derechos de suscripción preferente, que les permiten adquirir las nuevas acciones antes que el resto del mercado y en una proporción determinada. Si deciden ejercerlos, compran a un precio normalmente inferior al de mercado; si no, pueden vender esos derechos durante el periodo habilitado. El precio de emisión se calcula en función del valor teórico del derecho y del precio ajustado de la acción, de forma que, en teoría, el valor total de la inversión (acciones antiguas más nuevas o derechos vendidos) permanezca estable.

No todas las ampliaciones de capital son motivo de desconfianza, pero algunas pueden generar dudas legítimas. En ciertos casos, la empresa recurre a este mecanismo no para desarrollar un proyecto sólido, sino como último recurso para ganar tiempo frente a una situación financiera crítica. Entonces, puede parecer que el objetivo es sostener una estructura —y con ella, los cargos directivos— más que salvar un negocio inviable. Por eso es fundamental analizar el contexto: si la ampliación se enmarca en un plan claro de crecimiento o reestructuración creíble, puede ser razonable; si responde a una estrategia improvisada, conviene extremar la precaución.

El «precio objetivo»

El precio de un producto —o en nuestro caso, de una acción— lo marca el mercado. Sin embargo, a veces oímos o leemos la expresión «precio objetivo». El precio objetivo es una estimación teórica que realizan los analistas financieros sobre cuánto debería valer una acción en el futuro, basándose en distintos factores como los resultados de la empresa, sus previsiones de crecimiento, el sector en el que opera o el contexto económico general.

Ahora bien, conviene tener claro que este precio no es una garantía ni una promesa: es una hipótesis construida a partir de modelos, supuestos y expectativas, que muchas veces pueden resultar erróneos o demasiado optimistas. Por eso, los inversores deben manejar esta información con suma cautela. El precio objetivo puede servir como referencia o punto de partida para hacerse una idea del valor estimado de una acción, pero nunca debe tomarse como un dato definitivo ni como una base única para invertir. Al fin y al cabo, se trata de una estimación sujeta a juicio humano, y en los mercados, como sabemos, la realidad rara vez se ajusta a los pronósticos.

«Barrido de cortos»

Un barrido de cortos —también conocido como «short squeeze»— es un fenómeno que se produce cuando el precio de una acción sube bruscamente y obliga a muchos inversores que estaban apostando a la baja (es decir, que estaban cortos) a cerrar sus posiciones de forma forzada. Esa recompra masiva provoca a su vez nuevas subidas, generando un efecto en cadena que hace que el precio se dispare en muy poco tiempo.

Estar corto significa vender una acción que no se posee, tomándola prestada con la intención de recomprarla más adelante a un precio más bajo. Si todo va según lo previsto, el inversor gana dinero con la diferencia. Pero si el precio sube en lugar de bajar, las pérdidas pueden ser importantes. Y si sube mucho, el bróker exige al inversor que aporte más garantías o directamente cierra la posición, obligándolo a recomprar las acciones, lo que alimenta aún más la subida.

Este tipo de situaciones se producen más fácilmente en empresas pequeñas o de baja capitalización, donde unos pocos inversores con suficiente volumen pueden mover el precio con rapidez. En empresas grandes es mucho más difícil, porque se necesita un volumen de negociación enorme para provocar un movimiento similar. Sin embargo, también puede ocurrir de forma natural cuando hay muchas posiciones cortas acumuladas y aparece una noticia positiva inesperada que cambia el sentimiento del mercado.

El barrido de cortos puede generar movimientos violentos y poco racionales en los precios. Para quienes estaban apostando a la baja, puede suponer pérdidas importantes. Para quienes están largos (es decir, han comprado acciones), puede parecer una oportunidad de beneficio rápido, aunque también entraña riesgos: muchas veces, tras un barrido de cortos, el precio vuelve a caer una vez que la presión compradora se disipa. Por eso conviene entender bien cómo funcionan estas dinámicas antes de actuar.