
En el imaginario colectivo de muchos españoles, la bolsa sigue estando rodeada de una imagen distorsionada, casi caricaturesca —como la que mostré en la sección de presentación de esta web—.
Esta visión ha contribuido a consolidar una serie de mitos en torno a la inversión en acciones. Mitos que presentan la bolsa como un mundo oscuro y esotérico, donde unos pocos lo controlan todo y donde quien se atreve a entrar acaba, irremediablemente, perdiéndolo todo.
Las manos fuertes
En el lenguaje bursátil se utiliza el término «manos fuertes» para referirse a los grandes inversores institucionales: bancos de inversión, fondos de pensiones, aseguradoras, gestoras internacionales, grandes patrimonios, etc. Se les llama así porque tienen mucho dinero, operan con gran conocimiento del mercado y no se dejan arrastrar fácilmente por el pánico o la euforia del inversor minorista. Frente a ellos estarían las «manos débiles», que son los pequeños inversores particulares más propensos a actuar impulsivamente.
Las «manos fuertes» tienen capacidad para mover grandes volúmenes de acciones, y por tanto pueden influir —que no controlar— en cierta medida el comportamiento del mercado, sobre todo a corto plazo. Esto ha dado lugar a la creencia, a menudo exagerada, de que estos actores pueden mover los precios «a voluntad». La realidad es más matizada: aunque no pueden controlar los precios de forma total, sí pueden provocar movimientos puntuales comprando o vendiendo grandes cantidades, o aprovechando momentos de baja liquidez para ejecutar sus estrategias con ventaja.
Sin embargo, esto no significa que las «manos fuertes» sean infalibles ni que manipulen continuamente el mercado. Su ventaja está más en el acceso a mejor información, tecnología avanzada, análisis más preciso y mayor resistencia psicológica. Para el pequeño inversor, entender cómo actúan las manos fuertes puede ser útil para evitar dejarse arrastrar por movimientos bruscos de mercado, pero sin caer en teorías conspirativas. A largo plazo, lo que determina el precio de las acciones es el valor real de las empresas.
Si hay alguien que encaje sin discusión en el grupo de las «manos fuertes», ese es el hombre más rico del mundo: Elon Musk, fundador de Tesla, de quien ya hemos hablado en otras secciones.
Pero al parecer, sus manos no son tan fuertes como parecen. En más de una ocasión ha mostrado públicamente su enfado cuando la cotización de Tesla caía con fuerza, arrastrada por millones de inversores a corto. Su reacción fue tan airada que llegó a pedir, nada menos, ¡la prohibición de las posiciones cortas!
Sí, el mismo Musk que se presenta como adalid del libertarismo económico, enemigo de la regulación y defensor del libre mercado, clamando para que se prohíba una herramienta básica del propio mercado financiero. Según él, los bajistas distorsionan los precios. Claro, porque en su visión del mercado, el funcionamiento natural consiste en que las acciones de Tesla suban... y sigan subiendo hasta el cielo, sin interrupciones.
Por supuesto, su petición fue ignorada. Los inversores siguen teniendo derecho a ponerse cortos en Tesla o en cualquier otra empresa. Que lo hagan o no es decisión de cada uno.
Y si alguien con cientos de miles de millones como Musk no ha conseguido evitar que su empresa caiga en bolsa cuando el mercado así lo decide... imagine lo que pueden lograr otros muchos con bastante menos dinero en el bolsillo.
La competición imposible
La creencia de que la bolsa está controlada por las llamadas «manos fuertes» —grandes inversores, bancos de inversión, fondos institucionales— lleva a muchos a pensar que invertir es inútil, porque no se puede competir contra ellos. Pero esta idea es equivocada: al invertir en bolsa, usted no está compitiendo con nadie. Comprar acciones no es una carrera, es simplemente una transacción, como cuando va al mercado a comprar naranjas.
Usted no compite con nadie cuando compra naranjas: escoge las que le parecen mejores, paga su precio y se va a casa. Luego, algunas saldrán más dulces que otras, pero el acto de compra no ha sido una carrera contra nadie. Con las acciones ocurre lo mismo: usted debe centrarse en tomar decisiones de inversión basadas en el estudio, la lógica y la razón, sin obsesionarse con lo que hacen los demás. Lo que cuenta no es ganar a otros, sino tomar buenas decisiones a largo plazo.
La bolsa es como un casino
Muchas personas piensan que invertir en bolsa es como jugar a la ruleta: cuestión de suerte. Confunden la especulación a corto plazo con la inversión a largo plazo en empresas sólidas, basada en el razonamiento y en la comprensión de cómo funciona la economía real.
Este mito deja fuera aspectos fundamentales como el análisis, la gestión del riesgo y el papel del tiempo, que puede convertirse en un gran aliado para el inversor paciente.
Sólo los ricos pueden invertir
Se piensa que para invertir en bolsa hace falta tener mucho dinero. Sin embargo, hoy en día es posible comenzar con cantidades muy pequeñas, incluso con menos de 100 €. Lo importante no es la cantidad inicial, sino la constancia, la estrategia y una buena elección de intermediario.
Existen brókers que permiten invertir sin comisiones de compra-venta o sin costes de mantenimiento, lo que facilita mucho las cosas al pequeño inversor. Algunos ejemplos populares son DeGiro, Trading 212 o Revolut, que ofrecen acceso a acciones internacionales con costes mínimos o nulos. También XTB permite invertir en acciones reales sin comisiones hasta cierto volumen anual.
Estos brókers operan a través de plataformas digitales muy intuitivas, sin exigir grandes conocimientos técnicos, y permiten empezar poco a poco, sin que las comisiones se coman la rentabilidad.
Hay que saber mucho de economía para invertir
Este mito paraliza a muchos. Si bien algo de conocimiento ayuda (como en cualquier ámbito), no hace falta ser economista ni analista financiero. Con educación básica y sentido común se puede invertir correctamente. De hecho, muchos expertos cometen errores garrafales.
Si no estás todo el día pendiente, perderás dinero
Es un mito muy común. En realidad, muchas veces es lo contrario: cuanto menos mire uno la cotización diaria, mejor. La inversión a largo plazo no requiere vigilancia constante, sólo revisiones periódicas y decisiones bien meditadas.
Las acciones son para hacerse rico rápido
Este mito es justo el opuesto del que afirma que invertir en bolsa siempre acaba en ruina. En lugar de considerar la bolsa como algo inaccesible o peligroso, se la presenta como una vía rápida hacia la riqueza.
Esa visión simplista y engañosa puede llevar a asumir riesgos innecesarios, dejarse llevar por modas bursátiles o caer en burbujas especulativas.
Un ejemplo muy ilustrativo fue el caso de Terra, durante la burbuja tecnológica de finales de los años 90. Miles de personas que nunca antes habían invertido abrieron cuentas de valores solo para comprar acciones de esa empresa, convencidas de que era una oportunidad infalible. El resultado fue desastroso, como era de esperar: muchos perdieron la mayor parte de su dinero en muy poco tiempo.
La bolsa siempre acaba mal
Muchas personas recuerdan el estallido de burbujas, crisis financieras y desplomes, pero olvidan las recuperaciones posteriores. A largo plazo, los mercados tienden a crecer. El problema no es la bolsa, sino cuándo y cómo se entra… y con qué expectativas.
Hay que tener información privilegiada para ganar
Falso y además ilegal. No hace falta saber lo que otros no saben. Hace falta saber mantenerse firme cuando otros entran en pánico, y no dejarse arrastrar por la euforia. En la bolsa, la ventaja real está en el comportamiento, no en el secreto.
